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Sobre las identidades pedagógicas

El pensamiento pedagógico puede decirse que comenzó su desarrollo desde los inicios de la humanidad. Él mismo no es más que una consecuencia del avance histórico, debido a la necesidad del ser humano de transmitir con eficiencia a sus descendientes las experiencias adquiridas y la información obtenida en sus experiencias diarias, tanto en el medio natural como en el social.

Desde entonces a través de los años se han venido forjando identidades pedagógicas por medio de las diferentes ideologías determinadas por los contextos históricos y culturales.

Primero con Pedagogía Eclesiástica, que tiene como centro la disciplina, de manera dura e indiscutible, persiguiendo, como último objetivo (pero no por ser el último, el menos importante), afirmar, cada vez más, el poder del Papa y fortalecer la Iglesia.

Después la Pedagogía Tradicional, que es cuando surge la concepción de la escuela como la institución básica, primaria e insustituible de la sociedad, educando al hombre para la lucha consciente por alcanzar los objetivos que persigue el Estado. [1]

En muchos de estos modelos estructurales los objetivos se presentan de manera tan solo descriptiva y declarativa más dirigidos a la tarea que el profesor debe realizar, que a las acciones que el alumno debe ejecutar sin establecimiento o especificación de las habilidades que se deben desarrollar en los educandos, otorgándoles a éstos últimos el papel de entes pasivos en el proceso de enseñanza al cual se le exige la memorización de la información a él transmitida, llevándolo a reflejar la realidad objetiva como algo estático, detenida en el tiempo y en el espacio, como si no contara de manera alguna la experiencia existencial de quienes aprenden, o como si los contenidos que se ofrecen estuvieran desvinculados, en parte o en su totalidad de la mencionada realidad objetiva. Constituyendo un conjunto de conocimientos y valores sociales acumulados por las generaciones precedentes y que se transmiten como si fueran verdades acabadas, disociados del entorno material y social del educando.

Es aquí donde se encuentra el pensamiento pedagógico ejerciendo su influencia en el proceso de transformación de la comunidad, sirviendo de instrumento y arma para luchar contra las tradiciones y las ideas movilizadoras para la acción de las sociedades.

Desafortunadamente, este rol social de la educación muchas veces es olvidado y dejado a un lado, dándole prioridad a cosas más banales.

“Si no deseamos volver a caer en los errores del pasado, se requiere que todas las voluntades se orienten hacia un mismo fin, que sea superior a todos los símbolos confesionales y a todas las fórmulas de partido. (…) Es alrededor de esta idea que deberá gravitar toda nuestra enseñanza. Despertar el sentimiento correspondiente, enraizarlo en nuestros corazones, desarrollarlo en cuanto sea posible, debe ser la tarea principal de la escuela”[2]

“la escuela debe ser reinventada desde la concepción que la define como un lugar para aprender y como una estructura cultural de desarrollo (…) De acuerdo con los estudios culturales actuales, es válido afirmar que la educación, la escuela y el educador, están obligados a asumir un nuevo rol como actores sociales y como ciudadanos comprometidos en mejorar la calidad de los procesos educativos”[3]

Estos dos pensamientos reflejan claramente la importancia de la pedagogía y su rol social. Algunos pedagogos domo Freinet, Dewey, Stenhouse, Montessori, Makarenko, Neill, Pestalozzi, Piaget y más recientemente Giroux con su Pedagogía Crítica, comprendieron esta importancia y propusieron teorías que revolucionaban las tradiciones ya establecidas, como el modo de ordenar un salón de clase, los temas a tratar, las salidas de campo o el hecho de no evaluar por medio de calificaciones o test[4]

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Cada una de estas significó un cambio en la forma de pensar de los individuos y estuvo determinada por el contexto en el que se desarrolló.


Sin embargo ninguna de estas es completa, y en todas se pueden encontrar falencias, por lo que lo mejor que se podría hacer es integrar lo mejor de cada modelo en pro del mejoramiento de la educación, del educador, del educando y por ende del ciudadano en potencia.

“Educadores y educandos, liderazgo y masas, co-intencionados hacia la realidad, se encuentran en una tarea en que ambos son sujetos en el acto, no sólo de descubrirla y así conocerla críticamente, sino también de recrear este conocimiento”[5]

Los individuos estamos en gran parte determinados por la calidad de educación que se nos brindó en la infancia y es así como crecemos y desarrollamos habilidades, gustos y hábitos en torno a temas que nos agradan o desagradan, pero siempre teniendo en cuenta la forma en que fuimos educados. Las ideologías mencionadas anteriormente permean las identidades que se nos van formando desde pequeños y a través de las cuales nos vamos formando como personas, ciudadanos y miembros de una sociedad.

El pensamiento pedagógico no es trabajo de una sola institución o persona, sino resultado de una acción en conjunto de todos los miembros de la actividad pedagógica. Juntos podremos lograr una identidad pedagógica que nos lleve a la transformación cultural de los ciudadanos y por ende a una mejor convivencia en sociedad.



[1] Bedoya, J. Epistemología y Pedagogía. Bogotá: Ecoe Ediciones, 2005

[2] Durkheim, E. ‘La Escuela del Mañana’ en Educación y Pedagogía. Ensayos y Controversias. Bogotá: Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior (ICFES), Universidad Pedagógica Nacional, 1990.

[3] Pérez-Jiménez, C. “Formación de Docentes para la construcción de Saberes Sociales”. Revista Iberoaméricana de Educación. 33 (2003) : 37 – 54.

[4]Dewey , J. Democracia y Educación. Buenos Aires: Editorial Losada S.A. 2002.

[5] Freire, P. Pedagogía del Oprimido. Bogotá: Siglo XXI Editores, 1977.

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