Para poder vivir en armonía con el mundo, la clave es la tolerancia. Aprender a aceptar, tolerar y respetar a todos los demás sin importar su raza, sexo, pensamiento, religión, cultura, forma de vestir e incluso doctrinas filosóficas, se ha vuelto indispensable en este mundo tan diverso.
La discriminación y el racismo han venido tomando más y más importancia a lo largo de los años, y esto es a causa de la gente que vive pensando en los demás por encima de ellos mismos, dejando a un lado la tolerancia.
Aprender a tolerar a los demás, sin importar sus cualidades o defectos, se necesita tener en cuenta en la cotidianidad una frase muy constructiva y que en lo personal intento aplicarla en tanto puedo, se trata de la frase “Respeto, pero no comparto”.
Esta frase significa que aunque no comparta lo que la otra persona piense o diga, no tengo porque ofenderlo por eso, tengo que respetarlo. Aprender que se puede respetar sin necesidad de compartir nos ayudaría a construir una mejor convivencia, y así pondríamos nuestro granito de arena en el camino hacia la paz.
El problema de ahora es que le damos mucha importancia a lo que dicen o hacen los demás. Criticamos como se viste tal persona y por que lo hace, la marca de sus tenis, la música que escucha, etc. Este método es como “el método de la indiferencia”, algo así como “usted allá con lo suyo y yo aquí con lo mío”.
Se llega a este estado tomando conciencia que cada quien tiene derecho a expresarse como quiera y que ofendiéndolo no se va a lograr nada. Que así como yo puedo pensar, hablar y caminar de una forma, los demás también pueden hacerlo y no porque yo no quiero, ellos van a dejar de hacerlo. Esa es una decisión personal y hay que tener la madurez y la personalidad necesaria para aceptar y respetar la decisión de cada quien y las críticas constructivas, así como para no dejarse afectar por las críticas destructivas y que el único fin que tienen es ofender.
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