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Alienación

Del mismo modo que no se puede pensar la física prescindiendo de Einstein, tampoco se puede pensar la sociedad prescindiendo de Marx. A través de sus diferentes manuscritos y ensayos dejó plasmados conceptos que revolucionaron la forma de analizar las sociedades. Antes de Marx, toda concepción histórica o sociológica había hecho caso omiso de la base real de la historia, el contexto, y todo análisis había dejado atrás el concepto de los sujetos como productos de las relaciones sociales.[1]

Marx dice que estas relaciones sociales se dan principalmente en los modos de producción: “en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de esas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general.”[2]

En una sociedad capitalista, esta se establece en la principal representación de los medios de producción: la fábrica; con unas clases sociales marcadas y con un solo objetivo: la acumulación de Capital por parte del burgués a través de la apropiación del trabajo no remunerado del trabajador, generando así plusvalía, ganancia.

El trabajo se ha convertido entonces no sólo en tanto categoría, sino también en la realidad, en el medio para crear la riqueza en general y, como determinación, ha dejado de adherirse al individuo como una particularidad suya.

El hombre se hace cosa, mercancía, usada por el propietario de los medios de producción sólo como un instrumento más en la cadena de producción de bienes. La propiedad privada convierte los medios y materiales de producción en fines en sí mismos a los que subordina al mismo hombre. La propiedad privada aliena al hombre porque no lo trata como fin en sí mismo, sino como mero medio o instrumento para la producción.

"¿En qué consiste entonces la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo, arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo, fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo"[3]

El trabajo se convierte, pues, en una actividad alienada y alienante, cuando los seres humanos producen objetos sobre los cuales ya no ejercen ningún control, que no ponen de manifiesto su humanidad, ya que no resultan de su libre actividad, sino de una actividad que es "para otro", que ya no les pertenece porque le pertenece a quien haya pagado su salario, y de la son despojados. El trabajo no puede no ser trabajo alienado, por cuanto pertenece a la sociedad moderna y porque la única manera en que existe es ésta.

La tan difundida confusión entre trabajo y fuerza de trabajo contribuye a oscurecer el concepto de trabajo, escondiendo su naturaleza alienada. En esto consiste el trabajo asalariado: en la compraventa de mercancía humana para su explotación mediante el tiempo de trabajo que va más allá del necesario para cubrir los costes de producción, entre los cuales se hallarían, por supuesto, los costes de organización; por más doradas que puedan llegar a ser las cadenas se trata de la forma moderna de la esclavitud[4]. Y el hecho de que esta situación sea asumida, percibida y vivida como la normalidad, tan solo puede ser posible en una sociedad alienada.

La esencia de esto se ve en la película de Chaplin[5], la cual es un retrato del fondo de miseria de la condición proletaria, refleja el mundo capitalista, espeja la alienación, muestra el malestar, exhibe cómo este malestar se puede transformar en la enfermedad de la neurosis. Y aunque fue hecha en 1936, parece estar representando una fábrica actual, un burgués actual queriendo ahorrar tiempo y maximizar beneficios.

Todo esto con el fin de acumular capital, capital que no hace más que alimentar el fetichismo de la mercancía, en el que se esconden todas las relaciones sociales que hay detrás de un producto, detrás de un precio o detrás de un intercambio. Para seguir viviendo en la ignorancia.

La enajenación del trabajo seguirá vigente en tanto el capital siga constituyendo la esencia de la sociedad, tanto los trabajadores sigan considerando esto como algo “natural”, tanto la ideología se los dice y tanto se sigan ocultando todas las relaciones de producción detrás de la adoración a un objeto.



[1] Marx, K; Engels, F. La Ideología Alemana. Barcelona: Grijalbo, 1972.

[2] ---. Contribución a la Crítica de la Economía Política. México: Siglo XXI, 1980.

[3] Marx, K. Manuscritos económico-filosóficos. México: Grijalbo, 1968.

[4] ---. El Capital. Mexico: Siglo XXI, 1975.

[5] Tiempos Modernos. Dir. Charlie Chaplin. Actores Charlie Chaplin, Paulette Goddard, Tiny Stranford. Warner Home Video, 1936.

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