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Sin Título xD

La puerta de la mazmorra estaba entreabierta y por la abertura se podía vislumbrar a una hermosa joven de 17 años sentada en su cama. La tenue luz de las antorchas acentuaba una expresión de dolor en su pálido rostro. Acababa de ser castigada por el jefe de cocina porque encontró un pelo en la sopa que iba a ser servida a la princesa Estraffis y había recibido 10 latigazos en la espalda. En realidad había sido injusto porque ella era pelirroja y el cabello que encontraron era negro como el azabache, pero como la malcriada princesa la odiaba y era feliz con su sufrimiento, el castigo le había correspondido a ella.

Pero el sufrimiento no era ajeno para Yuihazb Leidy, lo conocía desde que tenía 7 años, cuando se perdió en medio del bosque. Después de tres días de soledad, y de estar al borde de la muerte por inanición, un leñador la había encontrado desmayada y la crió como su hija, con todo el amor y los cuidados que un padre puede dar. Pero hace 3 años un árbol le había caído en la cabeza al leñador, dejándola huérfana otra vez. Entonces había pasado a ser una sirvienta del castillo, que trabajaba 12 horas al día, con constantes maltratos físicos y verbales, a cambio de una paga de unas cuantas monedas, que apenas le alcanzaban para comer, y el derecho de dormir en la mazmorra en la que se encontraba en este momento.

Yurihazb Leidy se quedó dormida después de un rato de pensar en todo su pasado y en la injusticia cometida hacia ella y de fantasear con ella en la posición de Estraffis, con una familia que la quiere y con todas las comodidades de una princesa. Despertó en el suelo a las 3 de la mañana e inmediatamente se fue a cerrar la puerta todavía entreabierta, aunque ella sabía que a esa hora nadie pasaba por las mazmorras, y tardó un poco en recobrar el sueño.

Como es usual, se levantó a las 6 de la mañana a atender sus labores, principalmente a preparar el desayuno real, que ese día era especial. Iba tan distraída que en el camino tropezó con el Príncipe de Oxford, Cristian Alexander, un muchacho robusto y guapo e igualmente amable y sencillo, que la ayudó a ponerse en pie de nuevo y luego siguió su camino sin dejar de mirarla. Últimamente se había encontrado muy seguido a este joven merodeando por los lugares del castillo que ella frecuentaba y dedicándole encantadoras miradas y amplias sonrisas. Hacía rato que a ella le gustaba, no había podido dejar de pensar en él, y era el único motivo por el que ella se quedaba en el castillo como sirvienta y se aguantaba todos los castigos que se le antojaban a Estraffis.

El desayuno real transcurrió como de costumbre, y a ella milagrosamente le correspondió servirle el desayuno a Cristian Alexander, entonces tuvo la excusa prefecta para mirar ese tierno rostro de nuevo. Se tomó su tiempo en servir el desayuno, pero luego se lo lamentó, se enteró porque el desayuno era tan especial ese día: Anunciaron el compromiso de Cristian Alexander, Príncipe de Oxford con Estraffis, princesa de Yorkshire, el matrimonio perfecto. A Yurihazb Leidy esta noticia le dio tan duro que se cayó de bruces contra el suelo, pero todos estaban tan felices y contentos que nadie noto su presencia, a excepción del Conde, que se notaba preocupada por los daños de la sirvienta. Cuando se paró de nuevo y regresó a la cocina, el jefe de cocina la reprendió por su demora y luego de un sermón de media hora, le mandó meter las manos en el fuego como castigo.

Eso fue suficiente, no soportaba más, se quitó su delantal y lo tiró al piso, le dijo al jefe de cocina que no pensaba recibir más castigos injustos, que se tragara sus palabras y salió corriendo de la cocina con lagrimas en los ojos hacia su mazmorra, donde recogió sus pocas pertenencias y se fue del reino. Se alejó tanto que cuando paró en un bosque, probablemente el mismo en el que se perdió años atrás, ya no se podía vislumbrar el castillo.

Se sentó en un árbol a llorar su desgracia. No supo exactamente cuánto duró allí, pudieron ser sólo unos momentos, o muchas horas e incluso días. Después de una ardua meditación, el vívido recuerdo del compromiso en su mente ardía más que los latigazos del día anterior, o que el fuego en sus manos, pero ella fue fuerte y al final decidió regresar a decirle a Cristian Alexander todo lo que sentía por él, así fuera a solas o en frente de Estraffis y toda la demás realeza que se encontrara allí. No le temblaba ni un hueso, no temía a nada, al fin y al cabo no tenía nada que perder, ni familia ni amigos, ni siquiera la dignidad.

Cuando llegó al Reino apresuró el paso, no tenía tiempo que perder. Y a unos metros de la entrada del castillo vio una delicada e inconfundible sonrisa, y sus labios se curvaron en forma de sonrisa. Cristian Alexander dio media vuelta para regresar al castillo cuando escuchó una melodiosa voz gritando “Príncipe, ven”; él la vio y también se acerco a ella, pero entonces “Aaaargh”, un carruaje sin control estrelló a Yurihazb Leidy, dejándola tirada en el suelo. El Conde se afanó y fue a dónde estaba ella, la tomo en sus brazos, ella le dijo “Te Amo” y lo besó como a nadie y luego cayó inconsciente.

La historia de la sirvienta que cruzó todo el Reino de Yorkshire para declararle su amor al Príncipe de Oxford recorrió los siete mares, el cielo y la tierra y en unos meses no había miembro de la Realeza ni plebeyo en Inglaterra que no hablara del tema. Esta historia atrajo mucha gente al Reino de Yorkshire, incluyendo a los Reyes de Londres, máximo Reino. El rey de Londres reconoció de inmediato a su hija, que había perdido en el bosque hacía ya diez años y no había podido superar a lo largo de estos años.

Después de un año Yurihazb Leidy seguía en coma y Etraffis seguía solterona y resentida con Cristian Alexander, quien no había dejado de acompañar y cuidar a su amada en su lecho de enferma. El Rey de Londres, máxima autoridad en la realeza, desesperado por despertar a su hija y tener un reencuentro, contrató a los mejores sanadores, curanderos, curas y culebreros que pudo encontrar, pero nada funcionaba, todo indicaba que su vida estaba llegando a su fin.

Entonces, cuando las esperanzas de todo el mundo estaban agotadas, Yurihazb Leidy dio muestras de vida, repitió sus últimas palabras al príncipe, pero no hizo nada más. No volvió a abrir los ojos sino hasta al siguiente año, y lo primero que vio fue el delicado rostro de Cristian Alexander, entonces repitió sus últimas palabras una vez más y lo besó como no hacía hace mucho tiempo.

El Príncipe se sorprendió, pero disfrutó el momento y luego corrió a mandar un comunicado al Reino de Londres, avisando de la situación. El Rey estaba por esos días muy enfermo, entonces no pudo ir, pero fue la Reina, igual de feliz, a contarle la noticia a su hija. A los pocos días ella ya estaba bien del todo y pudo viajar, junto con su amado y su madre al Reino de Londres. Su padre estaba muy mal, pero aún así fue un reencuentro muy emotivo. A la semana de este reencuentro el Rey, tranquilo y feliz, descansó en paz para siempre.

La boda más anunciada de Inglaterra, entre Yurihazb Leidy, Princesa de Londres y Cristian Alexander, Príncipe de Oxford, se llevó a cabo un día soleado en el Reino de Yorkshire con cada rincón del Reino a rebosar y con los novios más hermosos que pudo haber. La única que no asistió fue Estraffis, que fue destronada, para darle su título a la que ella más odiaba.

Yurihazb Leidy, Reina de Londres, de Oxford y de Yorkshire vivió feliz para siempre, con un estupendo esposo, una madre y tres hijos que la amaban más que a nada y con todas las comodidades no de un, sino de tres castillos. Tenía todo lo que una vez había soñado, no podía pedirle más a la vida.

1 comentarios:

daimenpadron dijo...

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