En un mundo en el que a veces parece que todo está ya dicho, realmente muy pocas veces llegamos a cuestionarnos aspectos fundamentales del mismo. ¿De qué modo una reunión de individuos puede formar una sociedad? ¿Cómo puede realizar esa condición de la existencia social que es un consenso? ¿Cuáles son las consecuencias de ese consenso? El propósito de este ensayo es intentar dar respuesta a estas preguntas a través de un análisis de la solidaridad orgánica, desde su definición hasta sus efectos y aplicaciones en la sociedad actual.
Antes de Durkheim se caía en el error de analizar aspectos del comportamiento humano biológicos y psicológicos, como la regularidad de ejercer acciones como beber, dormir, comer, razonar (1999: 38), pero sin tener en cuenta las trascendencia y función cohesionada de estos. Es entonces cuando se evidencia una de las herramientas de estudio de la sociedad: La división del trabajo. Esta nació espontáneamente, del descubrimiento de algunos y de la imitación de otros. Mientras unos están conscientes de su necesidad, otros incluso la niegan. Pero aún así recurren a ella, y no imposición externa sino porque les conviene. Aunque se les aparezca como algo dado e impuesto por las costumbres sociales, sólo basta que dejen de utilizarlo para darse cuenta de lo beneficioso que es. Es un producto de la mente humana, y es un medio al que recurren los individuos que interactúan en una sociedad buscando superar las condiciones naturales.
Esta división del trabajo, así como tiene sus causas, tiene sus efectos, el más notable no es que se aumente el rendimiento de las funciones divididas, sino que hace a las sociedaes más solidarias (Durkheim, 1967: 58). La solidaridad se puede definir como la condición o sensación de unidad que se basa en metas, intereses o simpatías comunes entre los miembros de un grupo.
En la antigüedad, cuando los individuos eran más similares, es decir, cuando una sola persona realizaba muchas actividades diferentes y, en la sociedad, la mayoría de ellos realizaban estas mismas actividades, la solidaridad se daba de una manera mecánica, es decir por similitud. En este caso los individuos difieren poco entre sí. Los miembros de una misma colectividad se asemejan por que tienen los mismos sentimientos, porque adhieren a los mismos valores, y porque reconocen las mismas cosas sacras. “La llamamos así únicamente por analogía con la cohesión que unen entre sí los elementos de los cuerpos inanimados por oposición a la analogía que une a los cuerpos vivos… El individuo no se pertenece, es literalmente una cosa de la que dispone la sociedad” (Durkheim, 1967: 100).
La toma de conciencia de la individualidad se desprende del propio desarrollo histórico. En las sociedades primitivas, cada uno es lo que son los otros; en la conciencia de cada uno dominan, tanto por el número como por la intensidad, los sentimientos comunes a todos, o sentimientos colectivos. Cada uno de los actos, y sobre todo si se trata de ritos religiosos, está definido con precisión. Lo que debe hacerse y lo que corresponde creer, aparece impuesto por la conciencia colectiva. La sociedad es coherente porque los individuos aún no se han diferenciado, y lo que logra ese consenso es la religión. Es la típica sociedad tribal.
En el mundo moderno, cuando las personas empiezan a especializarse en alguna actividad la solidaridad se da de manera orgánica. Esta es en la cual el consenso, es decir la unidad coherente de la colectividad, resulta de la diferenciación o se expresa en ella. “La fuerte especialización de cada individuo origina una gran interdependencia, base de la cohesión y solidaridad grupal, de las personas con su sociedad” (Durkheim, 1967: 64). Los individuos ya no son semejantes, sino diferentes; y hasta cierto punto precisamente porque son distintos se obtiene el consenso. Esto es aplicable hasta a las situaciones más cotidianas, nos dice Durkheim, como la amistad, “Buscamos entre nuestros amigos las cualidades que nos faltan, porque, uniéndonos a ellos, participamos de cierta manera de su naturaleza y nos sentimos entonces menos incompletos” (54)
Durkheim denomina orgánica a una solidaridad fundada en la diferenciación de los individuos por analogía con los órganos del ser vivo, cada uno de los cuales cumple su propia función, y no se asemejan a los demás, pese a lo cual todos son igualmente indispensables para la vida. (2001: 34) En ella la cohesión se funda en la diferenciación de los desemejantes que se completan recíprocamente. Conforme los miembros de un cuerpo se diferencian más, son más necesarios los unos a los otros y a la sociedad, el refuerzo de la individualidad corresponde exactamente al refuerzo de la unidad. Se presenta un debilitamiento de las reacciones de la sociedad contra la violación de las prohibiciones, y sobre todo hay un margen más amplio de interpretación individual de los imperativos sociales.
La diferenciación entre individuos trae como consecuencia la recurrencia de conflictos entre ellos, que solo pueden ser zanjados si hay alguna autoridad que fije los límites. Es la sociedad propia del industrialismo. Esa autoridad, esa fuerza externa moral, social, o normativa se denomina conciencia colectiva y debería resumir el conjunto de creencias y sentimientos comunes al término medio de una sociedad. La fuerza de esta conciencia colectiva va de la mano con la idea de extensión, cuanto más fuerte es la conciencia colectiva mayor es la indignación contra el crimen. Aquí se presenta una fuerza de coacción negativa, es decir por miedo al castigo.
A medida que la solidaridad orgánica se desarrolla, la conciencia colectiva descubre y libera una parte creciente de la conciencia individual, a la cual corresponden funciones especiales que la conciencia colectiva no puede reglamentar. Cuanto más se extiende esta parte de la conciencia colectiva, más fuerte es la cohesión que resulta de esta forma de solidaridad. “En efecto, por un lado cada cual depende más estrictamente de la sociedad conforme el trabajo está más dividido y por el otro la actividad de cada cual es más personal, conforme es más especializada” (1999: 101)
La solidaridad orgánica funciona como mecanismo de integración de dos maneras: porque está inscrita en un determinado marco normativo y porque el tipo de lazos y de vínculos de interdependencia que genera entre los individuos que interactúan, produce un tipo de obligatoriedad y de reciprocidad social, que es constitutiva de la estructura misma de las relaciones sociales. Sociedades cuyos miembros han adquirido al mismo tiempo conciencia de su responsabilidad social y de su capacidad para expresarla.
Esto nos lleva a concluir que la solidaridad orgánica es en realidad una paradoja: en una sociedad orgánica, mientras más individuales, más sociales somos. Tal contradicción aparece por ejemplo en los idearios de progreso y crecimiento personal de la educación de la clase media donde, al tiempo que se enseña la competitividad como una habilidad profesional de prioridad, se enseña también la necesidad del trabajo colaborativo. Parece, no obstante, que la motivación real de esta socialización no es precisamente el bien social, sino el individual.
Mauss ejemplifica acertadamente esta paradoja en la actividad del intercambio de regalos “La finalidad es fundamentalmente moral, el objeto es producir un sentimiento de amistad entre las dos personas en juego y si no se consigue este efecto, la operación resulta fallida” (1972: 177). Muchas veces se repiten estas prácticas sociales sin tener en cuenta el trasfondo cultural de las mismas, es una reproducción automática que se hace sin pensar, como el perro que se levanta y viene a lamer la mano de su dueño (186).
Bibliografía
· Durkheim, Emile. De la división del trabajo social. Buenos Aires: Editorial Schapire, 1967.
· --. La educación moral. México: Colofón, 2001.
· --. Las reglas del método sociológico. Navarra: Folio, 1999.
· Mauss, Marcel. Ensayo sobre el Don. Sociología y Antropología. Madrid: Editorial Tecnos, 1972